ANIVERSARIO Nº 169 DE LA CIUDAD
PASO DE LOS LIBRES, Una ciudad fronteriza, sin frontera
Escribe: Luís Rubén Loetti. Corría el año 1.843, cuando el general Madariaga fundó Paso de los Libres. AJ principio, el pequeño pueblo, era un camino largo, con ranchos a ambos lados, que comenzaba en el Río Uruguay (Río de los Caracoles), y terminaba unos metros antes del lugar, donde hoy está la Plaza San Martín. Con el tiempo, dicho camino se convirtió en la avenida Real, y posteriormente en la actual calle Colón. Como todos los pueblos, Paso de los Libres contó en sus calles con sus borrachos conocidos, sus clásicos locos inofensivos, y con algunos de sus curas, bastante gauchos y muy picaros. Yo, asiduo concurrente a las misas, tengo cierta autoridad para afirmar esto último. Continúa en interior…
Donde hoy se cruzan las calles Sitja Nin y Colón, había un arroyo llamado "La Esperanza", donde tiraban sus anzuelos los habitantes pobres para comer, y los ricos para divertirse. En la época de los grandes calores, los chicos se descalzaban para chapalear en el barro, y las niñas, recogían sus largos vestidos, para sentarse en las piedras, a mojar sus pies en el agua que corría.
Por las noches, este pueblito de casas bajas y calles de tierra, se convertía en un desfile de guapos, que buscaban la calle Santa Ana (la calle del pecado), donde funcionaban "Las Casas para Mayores". Al decir de nuestras abuelas: "Los lugares donde las mujeres fuman".
La mayoría de estos individuos nocturnos, ni siquiera eran del lugar. Generalmente, se trataba de gente de nacionalidad uruguaya, paraguaya y brasilera, muchos de ellos, prófugos de sus países, que se afincaban de este lado del Río Uruguay, y terminaban viviendo de una actividad que nadie conocía, pero suponían: del contrabando.
A la luz del sol, Paso de los Libres cambiaba de color. La mayor parte de la población, se trasladaba a la
Costa del río, para dar mano de obra a los aserraderos y arroceras, y esperar las largas jangadas que bajaban por el río, provenientes del vecino país.
Por sus calles, siempre alegres, había un grupo de personajes que escribían sus propias historias, como José López, más conocido por el sobrenombre "Dos de Oro". Este ser, fue un hombre con tonada brasilera al hablar, pero que a ciencia cierta, nunca se supo si fue uruguayo o argentino. Dicen que fue un gran nadador, y tenía una particularidad: con dos dedos del pie, levantaba una piedra y la arrojaba con una violencia increíble.
"Carlin", era otro que marcaba su presencia, paseando por las calles con dos bolsas colgadas de los hombros, arrastrando ruidosamente unas latas. Pedía agua caliente para hacer un caldo, haciendo hervir dos tabas, que siempre llevaba entre sus cosas. El mate cocido, preparaba con abono seco de vaca. El "Loco Lalo", fue un morocho grandote, que siempre rodeaba la arrocera de Cantero, para recoger recortes de madera para el fuego. El que lo hacía enojar, tenía que ser veloz para disparar, porque perdía su mansedumbre y se volvía muy agresivo.
Doña Francisca, fue una señora que tenía por costumbre sentarse en el piso, frente a los negocios de la calle Colón, preferentemente, en la Zapatería "Oasis", de don Víctor Manuel Sarli (donde yo era cadete), o en la Sastrería "Company". La falta de usa pierna, la reemplazaba con ana muleta, que la usaba como arma, para arrojarla contra quién la miraba sonriendo. Además, era dueña de un lenguaje aterrador. Y después estaba el "Toto" Cantero. Yo, cuando chico, le disparaba por miedo, pero para muchos líbrenos, este personaje, de loco, tenía muy poco. Al principio lo acompañaban unos perros, después su hermana "Tota". Cuando ¡o corría la policía (sus eternos enemigos), se ganaba en lo de don Salvador Di Tomaso, un caudillo "colorado", a pedir asilo político.
A principio del siglo veinte, Paso de los Libres ya gustaba del carnaval. Sus vecinos se divertían jugando con agua. Por las noches, los barrios de las orillas, formaban sus murgas y al golpeteo de ollas, ruidos de cornetas y matracas, se venían al centro, a exhibir sus trapos por la calle Real. En las casas de familias de "El Centro", se acostumbraba a organizar bailes de disfraz, donde los hombres lucían caretas o antifaz, para tener más coraje ante una dama.
Con el correr de los años, comenzaron a aparecer las carrozas alegóricas y los disfrazados de Cow Boys, payasos, diablos, y distintos animales, donde siempre sobresalía un oso. Lamentablemente, los disfrazados fueron desapareciendo, por el acoso de los chicos, que les arrojaban toda clase de objetos. Creo, el último de ellos que desfiló por nuestros corsos, fue el querido "Coló" Payba.
El Club Social, un día se convirtió en cuna, para que nazca Carumbé, y después Zum Zum. Juntos con "Pirulín" del Club Barraca, Kismet de Guaraní, y varios clubes más (Sargento Cabra!, San Martín, Los Andes, Interlibres), consiguieron que nuestra calle Colón, llegue a ser la pasarela carnavalera más importante de Argentina, pero eso ya pertenece a otra historia.
Hoy, tenemos un Puente Internacional y la primera Aduana Seca del país. Sin embargo, somos un lugar de paso para los comerciantes de esta parte de América. Los que se afincan, son considerados "Paracaidistas", que por circunstancias inverosímiles, un día aterrizaron en nuestra pista. Los que carretean y se van como las golondrinas que llegaron cansadas, y después de alimentarse y hacerse fuertes, continuaron su ruta sin dejar nada.
Paso de los Libres, ciudad fronteriza, sin fronteras. Es el corazón del Mercosur, que aún no comenzó a latir. Por sus calles transitan los duendes de sus personajes, las leyendas de sus guapos y los viejos sambas, de un carnaval que sueña con volver.
RUBÉN LOETTI
28/10/2004
Miércoles, 12 de septiembre de 2012
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