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Viernes 26 de Abril de 2024

RECUERDO Y HOMENAJE

Falleció Juana Pedascoll de Picó
(15/10/2014) Falleció durante la madrugada de este miércoles en nuestra ciudad, la Sra. Juana Pedascoll de Picó, un personaje histórico de la ciudad que dejó su sello en la comunidad. Una de sus nietas, Ángeles Picó, la recordó con mucha emoción. “Era una abuela con todas las letras y es lo que vamos a extrañar todos nuestros días, se hacía sentir, tenía su carácter como buena española pero siempre con amor”, indicó en parte del dialogo mantenido con “La Balsa”.

Semanas atrás había fallecido su hermano Federico y era la última sobreviviente de aquellos Pedascoll que hace más de sesenta años arribaron al continente americano y poco después se convertirían en una tradicional familia de la colectividad española en Paso de los Libres, pueblo de inmigrantes.

Juana Pedascoll de Picó, quien en su momento celebrara los sesenta años de arribar a esta tierra en nuestro programa “El Show de los Impactos” y hoy fue recordada y homenajeada por su nieta Ángeles, quien en nombre de la familia prefirió mantener ese espíritu vivo de alegría al mencionarla.

La partida espiritual se produjo minutos antes de las seis de la mañana y por la tarde a las 18 horas, fueron despedidos sus restos por familiares, allegados y conocidos.

El pasado 13 de Octubre, precisamente Ángeles publicó en su cuenta de la red social facebook, una historia referida a la pareja Picó-Pedascoll, la que compartimos junto a sus familiares y allegados, acompañando este difícil momento.

Una historia con inicios de guerra y final feliz...
13 de octubre de 2012 a la(s) 14:53
Con el honor de ser su nieta...

Vicente abandonó el cálido y seguro vientre de su mamá, en 1916, para enfrentarse a un mundo que en sus primeros años de edad o quizás hasta la adultez, le presentaría varios obstáculos a los cuales debería sobreponerse para alcanzar un final lleno de paz y felicidad.

Llegó al mundo una fría mañana de Octubre, como regalo del día de la madre, para formar parte de una humilde y muy numerosa familia, constituida por ocho hermanos y sus padres Pascual Peralta y Pilar Buchaca. Santalecina fue el pequeñísimo pueblo Español que recibió y vio crecer a ese petiso y regordete niño de frente amplia. Era una pequeña villa de unos 200 habitantes, constituidos en casitas rudimentarias, construidas con piedra, calles de tierra y un paisaje seco y árido propio de la desértica provincia de Huesca.

Su corta niñez, la vivió allí junto a su familia, rodeado de mucho amor. Pero esta se vio recortada ante la necesidad de ayudar con el mantenimiento de la casa tras la apresurada muerte de su padre. Así, Vicente a los 9 años debió abandonar la escuela y sus típicas ocupaciones de infante para enfrentarse al trabajo.

Al alcanzar la mayoría de edad, Vicente ya era un hombrecito experimentado por las situaciones que de pequeño debió afrontar. Entonces, tras desatarse la guerra civil española, del 36, él decide anotarse como voluntario para luchar por el gobierno republicano, defendiendo el Frente Popular contra el alzamiento de Franco. Ese espíritu aventurero, valiente y empapado de un frenesí por defender sus pensamientos, lo heredó de Pascual, su padre, quien años antes de formar la familia Peralta militó 12 años en África como voluntario, prestando servicio militar a su país.

El enfrentamiento bélico español termina con la victoria del bando nacional al mando del “generalísimo” Francisco Franco. Tras la derrota, y con el temor de ser apresado y brutalmente castigado por “traidor a la patria” Vicente debe huir a Francia como refugiado político. Allí va a parar junto a miles de españoles a un campo de concentración, del cual solo se podía salir con un contrato de trabajo.

Casualidades de la vida, tenía en el sur de Francia una hermana mayor quien años atrás se había casado con un francés, de profesión relojero y habitaba en la ciudad de Narvonne. Como en una película, es su cuñado quien lo rescata luego de mucho buscarlo por los distintos campos, lo libra disfrazándolo con un sobretodo negro, anteojos, un sombrero y haciéndolo pasar como su acompañante, lo lleva a vivir a su casa donde debió mantenerlo oculto. Mientras le fue enseñando su oficio; y de ahí salió el relojero que años más tarde Paso de los Libres conoció.

De a poco y apagándose las secuelas de la guerra que dejó atrás, Vicente fue reconstruyendo su vida en un nuevo país, y con la fuerza, la alegría y el positivismo que siempre lo caracterizó sin dejar que las penas lo sujeten, consiguió salir adelante.

Luego de tener que cargar apresuradamente con las responsabilidades de un adulto para mantener su hogar y más tarde tener el valor de pelear por sus ideales, le regaló al joven entusiasta que llevaba dentro la posibilidad de hacer lo que le gustaba, tocar el saxofón. Así conformó un grupo musical llamado MATEO ET SES BOYS (Mateo y sus muchachos) junto a amigos franceses. De a poco el conjunto se hizo muy conocido en los pueblitos cercanos, y los aventurados jóvenes artistas empezaron a recorrerlos ofreciendo su espectáculo.

Así, de “gira” Vicente conoce a quien se convirtió en su fiel compañera y quien imprimió en su vida un destino diferente. Juana Pedascoll, una española de carácter fuerte también refugiada en el mediodía francés.

Juana vivía en Bram, a escasos kilómetros de Narvonne, nació el 25 de agosto de 1926 en Sort, provincia de Lerida. Hija de Dolores Buchaca Roca y Juan Pedascoll Jovani, la hija menor y única mujer de 4 hermanos Joaquín, Federico y Camilo.

Dolores y Juan los criaron humildemente pero con la riqueza de la bondad y el valor del trabajo.

Juan trabajaba en las minas de carbón entre otras changas, mientras Dolores criaba a sus hijos y mantenía la casa con su propia huerta. La familia Pedascoll también padeció la guerra civil española, que cambio su destino y unió el de Juana a Vicente. Así, Juana y su familia debieron huir a refugiarse a Francia, en la ciudad de Bram. Tuvieron que permanecer el primer tiempo escondidos en casa de otros parientes Pedascoll, donde se quedaron Juana, su mamá y dos de sus hermanos. Ya que su padre y Joaquín estaban presos en un campo de concentración, del que luego pudieron librarse para unirse a la familia.

Camilo, hermano mayor, hace tiempo ya estaba instalado en Francia en casa de sus tíos, donde aprendió el oficio de panadero al que luego se acoplaron sus hermanos. Juanita, como aún era pequeña retomó en el nuevo país sus estudios primarios.

Así, la familia Pedascoll se instaló en Francia y rearmó su vida, simultáneamente a la historia de Vicente, con quien pronto el destino los cruzaría.

A los 18 años Juana empezó a trabajar como empleada domestica, y pronto conoció a Vicente. Con quien los domingos recorría las montañas en bicicleta. Poco tiempo duró el noviazgo, ya que tempranamente se casan, Vicente se muda con ella y comienza a trabajar con sus tres cuñados Federico, Joaquín y Camilo en una panadería.

Breve fue la tranquilidad que pudieron gozar, sobre llovido mojado, en el 45 se desata la segunda guerra mundial y el nazismo invade Francia. Cansados de padecer dos guerras, agotados de sufrirlas, de no poder pensar a futuro, de vivir bajo imposiciones, escapando, sobreviviendo día a día y pasando hambre, la joven pareja decide seguir a los hermanos de Juana. Tres aventureros que tiempo antes partieron hacia América, en busca de paz, de un lugar donde construir lo propio, donde poder proyectar los sueños.

Camilo, Joaquín y Federico llegan, entonces al norte de Brasil, y al no sentirse cómodos ni con la comida ni con el idioma, resuelven probar suerte en la Argentina. Cruzan por el río Uruguay a Paso de los Libres, donde encuentran a un fuerte empresario español que les tiende la mano a ellos como a otros compatriotas que iban llegando. Así, los hermanos Pedascoll logran establecerse y comenzar una vida llena de buenas perspectivas que los anima a invitar al resto de la familia (Vicente, Juana y los padres de esta) que aguardaban aún en Francia en medio de una guerra adversa y cruel.

Tras la noticia, la decisión de reunirse con los recién emigrados, en busca de prosperidad y paz fue inmediata, más allá de los miedos y el arraigo al continente del cual eran hijos. Desafiaba a Vicente la odisea de inmigrar siguiendo a su esposa y a un ardiente deseo de felicidad; el precio dejar a su familia y la tierra natal.

El viaje era en barco que en aquel entonces eran enormes transportes a vapor; como el Titanic o el Queen Elizabeth. Los viajes duraban largos días, incluso meses. Estaban divididos en varios sectores según la clase social. A las clases más bajas se les realizaba un análisis médico antes de poder ingresar al Vapor, como le decían en aquel entonces.

El 29 de noviembre de 1948 zarpan desde………….., con un boleto de tercera clase que le daba derecho a dos comidas diarias y a un lugar dentro de los enormes compartimientos simultáneos divididos en hombres y mujeres.

Vicente arribó en Buenos Aires, junto a su familia política un 31 de Diciembre del mismo año. Todo allí es nuevo: el año, el país y los desafíos después de un arduo mes de viaje por el Atlántico. En sus profundidades se intentaron ahogar recuerdos tristes de guerra, los miedos del anhelado pero inesperado nuevo porvenir y el dolor de dejar atrás su patria. Océano que vio surgir nuevos sueños, esperanzas y el ansia por llegar a la prometedora Argentina donde muchas ilusiones serían realidad.

Tras desembarcar los recién llegados, nuevamente emprendieron viaje en tren hacia la ciudad de Paso de los Libres, en la provincia de Corrientes donde, los aguardaban emocionados por reencontrarse los hermanos de Juana. Para Vicente fue un viaje difícil, su familia ahora era la de su esposa, ya que su madre y hermanos quedaron en el viejo continente, muy lejos suyo.

Rápidamente se adaptaron y comenzaron a hacer realidad su sueño de construir lo propio. A los dos años, de llegar nació su primer hija llamada en honor a su madre Pilar. Y luego de siete años, llegó el ansiado varón que recibió el mismo nombre que su padre.

Vicente comenzó a trabajar como relojero, pronto el negocio creció y se convirtió en dueño junto a su esposa, de la conocida Relojería y Joyería del pueblo.

De su trabajo, hacia un goce, cada día al abrir las puertas del negocio que levanto desde abajo con su esfuerzo. Abocado a su trabajo, conocía el significado de esa palabra desde los 9 años. Su trato gentil y humilde con cada cliente que atendía, lo hacían mas que un buen vendedor un gran amigo con quien compartir un rato, una anécdota, un par de risotadas.

Vicente pudo volver a su país para ver a su madre casi 20 años después, si bien siempre la tuvo presente y seguramente la habrá extrañado y necesitado cada día, le impedía regresar el miedo de ser apresado y castigado por el régimen Franquista del que había escapado. Una veintena no fue suficiente para separar a madre e hijo, se reencontraron y en el momento justo para que doña Pilar conozca todo lo que había construido su hijo, y pudiese así, despedirse tranquila y en paz.

Aun con un pasado de triste nunca reclamó nada a la vida, simplemente se dedicó a disfrutarla y a agradecerle por lo recibido. Ningún amanecer lo encontró con el mal humor de tener que empezar la jornada, por mas ardua que esta prometiera ser. La mañana suele arrancar con el canto de un gallo, y en la casa de Vicente con su tarareo matutino al bajar las escaleras de su dormitorio.

Participe fiel de los eventos sociales de la ciudad que lo vio envejecer. Ferviente espectador de las películas en blanco y negro que cada noche, transmitían en el pequeño cine Opera de la ciudad. No faltó nunca a un estreno, elegantemente vestido de traje y llevando del brazo, con mucho orgullo, a su mujer a quien le gustaba agasajar. Juana su compañera de vida, inseparable, a quien jamás se arrepintió de seguir dejando atrás muchas cosas.

La alegría era su método de vida, para enfrentarse a todo. Su presencia impregnaba a todos de una sensación de amistad, ya que su compañía regocijaba con esa sonrisa picara y una mirada profunda, la ternura y el buen trato hacia los demás.
Don Vicente murió a los setenta y dos años, su corazón agotado, pero feliz simplemente paró de latir. Igual seguirá viviendo en el recuerdo de muchos libreños. Para eso dejó una familia constituida por doña Juana, su mujer, y dos hijos argentinos hoy profesionales: Pilar, óptica y Vicente, veterinario. Todo esto lo consiguió gracias a su espíritu incansable y luchador; y a un oficio que aprendió a escondidas en medio de una guerra.

Hoy, Juanita cuida el legado de Vicente, y acompaña a sus hijos y nietas: Florencia y Ángeles. Recordando su historia de guerra, con final feliz y dejando desde su relato, siempre una enseñanza nueva. Una mujer fuerte y decidida, que no olvida sus orígenes y sabe ser agradecida con el país que le abrió las puertas.


Un gran orgullo que la primera publicación en un libro, de un escrito mío, sea sobre ustedes abuelos...
LOS AMO!!!


Miércoles, 15 de octubre de 2014
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