BOXEO - Por Osvaldo Príncipi |
Brian Castaño quiere volver a vivir
El bonaerense Brian Castaño quería ser boxeador, como lo fue su padre: Carlos, un batallador del ring de breve e ignota campaña. Cumplió con su objetivo, potenció todas sus ilusiones y sedujo, con su estilo ofensivo y electrizante, a todos los buscadores de rédito que sobreviven en esta industria. Y los tuvo a su merced, más allá de sus rangos.
Desapareció de escena como por arte de magia y los agoreros de las desgracias lanzaron sus sentencias sin perder sin tiempo: "Los Castaño son pibes difíciles? ¿En qué andarán por las calles de La Matanza?"
Pese a ver truncas sus posibilidades de participar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, su despegue en el profesionalismo, a los 23 años, fue estupendo y sus muestras estoicas sobre el cuadrilátero se manifestaron ante el ucraniano Sergei Derevyanchenko, a quien destronó de su invicto de 15 peleas otorgando una peligrosa ventaja de varios kilos, determinante para su alejamiento de las competencias de AIBA.
Ganó las mejores crónicas en este espacio durante 2013. "Castaño ganó el derecho a ser la gran esperanza" y "Es placentero ver pelear a Brian Castaño". Se llevó los aplausos de las últimas rees organizadas por el Luna Park, y desde Estados Unidos los principales promotores pujaron por tenerlo en sus filas. Gestó un récord de 10 victorias consecutivas (7 KO) y nada parecía detenerlo a mediados de 2014.
Desapareció de escena como por arte de magia y los agoreros de las desgracias lanzaron sus sentencias sin perder sin tiempo: "Los Castaño son pibes difíciles? ¿En qué andarán por las calles de La Matanza?"
Brian jugó siempre con su peso y con su cuerpo como con sus rivales. En modo displicente y seguro de sí mismo. Creyendo que cada vez que se excedía 7 u 8 kilos, todo volvería a la normalidad del día a la noche. Pero esta teoría falló una tarde en el gimnasio y víctima de una deshidratación absoluta cayó sofocado por completo. La milagrosa acción de su padre y entrenador, con ejercicios de respiración boca a boca, le salvó la vida.
Luego vino todo lo demás. Los primeros auxilios por su zona, Isidro Casanova, y los chequeos para saber la razón de todo esto. Sin embargo, apareció en escena un factor inesperado: el miedo escénico y el pánico a las multitudes que parecían estar tan cerca suyo. Un prolongado trabajo psicológico fue vital para "ahuyentar esos fantasmas". Una dieta alimentaria acorde con tal situación y una exhaustiva evaluación sobre el destino de su carrera enmendaron todo este tipo de vacilaciones que pusieron en riesgo su deseada reaparición prevista, en principio, para el 4 del mes próximo.
A partir de entonces, sabremos si todo volverá a ser como antes. Es una pieza pugilística de excepción, que requiere de un cuidado certero y preciso, para estos momentos.
Sábado, 28 de marzo de 2015